Arribo en Baires: Adicta a los alfajores. Los quería conocer todos y los probé todos. No solo eso, me volví catadora compulsiva. Por las mañanas los cortaba por cuadritos, los ponía en la heladera y luego en la noche, a la luz de las velas, cual ritual erótico-gastronómico me vendaba los ojos y probaba uno por uno, con mucha paciencia, hasta adivinar la marca. Por mi paladar rodaronTerrabuzi, torta de Terrabuzi, Jorgito blanco y negro, Guaymallen, Vauquita, Havanna, Ser, Cachafaz, artesanales etc etc.
Mi compulsión fue creciendo, al tiempo con mi barriga, así por un mes. Hasta que un suceso extraño me hizo comprender que no era normal lo que hacía. Una noche, quizás porque estaba muy cansada, o ya hastiada, confundí Cachafaz con Guaymallen. Eso era grave, sería como confundir a Cortázar con Coelho, Elvis con Ricardo Fort o Jim Morrison con Enrique Bumbury. Me enfurecí mucho conmigo misma, hasta introducir en mi boca dos, tres alfajores o los que cabían en mi boca. ¡Pensaba que ya no importaba, si se venía el fin del mundo! Pero me detuvo el dolor de barriga y me salvaron unos cuantos vasos de agua. Así que allí termino todo. Me quedé con Jorgito negro clásico y Cachafaz, que además tiene el mejor empaque. De vez en cuando me como uno y los disfruto con más placer!
Luego me hice adicta a probar toda clase de jugos: Nacionales e importados. En lata, vidrio, caja, de frutas tropicales, coco o piña, mix, tomate, light, vegetales etc etc. El supermercado Disco me quedo corto, entonces cada vez que podía, hasta dos o tres veces por semana, me iba al barrio Chino y compraba todos los que podía. Mi mochila pesaba, pero no me importaba, estaba feliz bebiendo hasta diez o más jugos distintos en el día. Un día la china del supermercado me dijo:
-¿Usted tene una gualdelía, colegio? A lo que respondí: -No, pero a mis ocho hijos les encanta. No quería dar explicaciones de mi adicción, hasta en ese entonces secreta. Todo termino cuando le conté a mi psicóloga y me dijo con una tranquila sonrisa: -Vicky, vos escribís, escribí un blog, continuá tu novela, volcá tu adicción en la escritura, así fue que los dejé. Y a ella también.
Luego, una tarde de sábado al pedo, entré en el Planetario. Quedé fascinada con la proyección de todo el universo, mil formas indescifrables de todos los colores y tamaños, se rendían ante mí bajo la sinfonía de una nueva música. Recordé uno de mis libros favoritos: El Principito. Volví a mí depto, mire el techo por mucho tiempo y comencé a imaginar allí el orden de mi propio cosmos: En que lugar pondría los planetas, satélites, el sol, la luna, estrellas, cometas etc etc. Al otro día compre esas laminitas de colores, de las que se iluminan en la oscuridad. Compre muchas, pero no las iba a colocar sin un diseño u orden, cada una tendría una razón de ser y estar. Comencé con un cinturón de asteroides, demore toda una tarde poniendo solo catorce fichitas, al otro día continúe con el sol, luego la luna con todo y manchitas, miles de estrellas de diversos tamaños, galaxias elípticas, espirales, irregulares etc etc Y así dure casi más de un mes, hasta que una noche pude dormir satisfecha, extasiada en mi cama con toda la vía láctea en mi cara.
Y mi más reciente adicción: Una tarde de diciembre me fui sola al parque Rosedal a tomar el sol, cuando de repente una pepita me cayó en el pecho. Eran semillas de un árbol, del cual jamás averigüé su nombre, pero me encantaron, parecían frijolitos de madera. Ese día agarré muchas, no sabía aun que hacer con ellas, pero seguí yendo día de por medio al parque y después de un leve trote, me disponía a recolectar todas las que podía. Muchas veces sentí que la gente mi miraba de manera extraña, quizás era el nuevo personaje del parque, la loquita de las semillas, pero como muchas cosas no me importaba, era felíz.
Un día me fui al Once y compré varias circunferencias de icopor, de todos los tamaños posibles. Y comencé a pegar las pepitas, mientras entonaba canciones de Luis Miguel, Los redondos y una que otra de Sandro y Chávela Vargas. Y así comenzó mi verano. Me parecían muy estéticas, toda una obra de arte. Pero de repente mi depto era un lugar lleno de circunferencias de semillas, iba al baño y allí estaban como observándome, me tropezaba con ellas por todos lados, abría el placar y caían en mi cara, se colaban en mis sabanas, desayunaban conmigo, ¡hasta un día me salió una en el cereal!
Parecía que habían cobrado su propia vida. Una noche soñé que una de ellas, muy grande me perseguía, yo corría y corría por el Rosedal, era de noche, yo saltaba las flores agitada, finalmente me alcanzaba y próxima a morir aplastada, me desperté empapada en sudor. Ese mismo día hice negocio con una amiga diseñadora y le dejé unas cuantas. Las otras se las regalé a mis amigos, al panadero, al encargado y a la señora de la lavandería. Solo sobrevivieron dos medianas que adornan mi comedor y que de vez en cuando miro con sospecha.
Ahora estoy tranquila, pensando cual será mi nueva adicción, quizás sea escribir en este blog…
Chaucito…
No tengo idea cuál será tú próxima adicción. Lo que sí sé es que la mía es leer tu Blog.
ResponderEliminarANDRES DIAZ